Capítulo 82. Tú eres la artista.

Amy Espinoza

El beso no fue una disculpa. Fue una reclamación. Una marca de fuego que sellaba su arrepentimiento y su posesión en un mismo gesto devastador. Sus labios, firmes y exigentes, sabían a sal y a una promesa renovada.

Yo me aferré a su camisa, las manos aún temblorosas, pero ya no de rabia. Ahora temblaban por la intensidad de lo que sentía, por el vértigo de saber que este hombre, tan poderoso y tan vulnerable a la vez, podía sumirme en la furia más negra y luego disolverla con un solo toque.

Cuando nos separamos, el mundo había cambiado. El sol ya no era hostil. La finca de los Velasco ya no era una jaula de humillaciones pasadas. Era sólo un escenario. Y él, Maximiliano Delacroix, estaba reescribiendo el guion.

Mi respiración se acompasó con la suya. El corazón, que antes golpeaba como un tambor de guerra, empezó a encontrar un ritmo más lento, más firme.

—¿Por qué no nos vamos ahora, Max? No quiero quedarme un solo minuto en esta… en esta madriguera de víboras.

Mi voz s
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