NINGÚN SECRETO.
—¡Papá! —Alana casi se sentó en la cama, cuando despertó de su pesadilla.
Miró alrededor y se tocó la frente para notar su piel completamente sudada, y una habitación enorme a su alrededor donde ella dormía desde hace tres días.
La misma habitación que había descubierto el primer día, y a la cual, Ángelo no había dormido ni la primera vez.
Los días no habían pasado para ella, sobre todo desde la última vez que salió con Ángelo, y las noticias fueron su zozobra.
Se levantó y caminó descalza para ver la hora en el reloj despertador.
Hoy era lunes, y ella debía ir con Ángelo por primera vez a su oficina, porque de cierta forma, comenzaría el término de ruina financiera para su familia. Al menos le quedaba un tiempo para bañarse y arreglarse, porque lo que menos quería era escuchar a ese demonio, contabilizar el tiempo, y mucho menos tomarla desprevenida.
Se metió al baño y usó sus cosas personales, y cuando salió limpió la humedad del vidrio para mirarse al espejo.
Esta