UN FUTURO QUE JAMÁS LLEGARÍA…
Alana se tambaleó, como si sus palabras hubieran sido un golpe físico. Su mente se negaba a aceptar esa acusación, pero en lo más profundo de su ser, la culpa comenzó a germinar como una espina clavada en su pecho. Su respiración se volvió errática, y las lágrimas que había intentado contener comenzaron a brotar con fuerza.
Entonces Ángelo frunció el ceño y dio un paso al frente.
—No te atrevas a culparla por lo que pasó —su voz era afilada, en modo de defensa. Quería partirle la cara a ese sinvergüenza, pero Alana le puso la mano y lo miró con seriedad.
—Ya no me importa lo que diga. Estoy aquí para darle mi adiós a mi hermano, que amo y amaré.
Ángelo apretó la mandíbula y acarició su rostro.
—Estaré aquí, hasta que decidas irte. No importa que, estoy a tu espalda, siempre.
Alana asintió y se acercó ignorando a su padre, y pasó la mano por aquella madera, que tenía encapsulado a su hermano. Habían pasado algunas horas, por lo que Ángelo le relató, pero é