—Señora Anderson, no puede estar con el móvil, debe estar tranquila mientras el suero hace su efecto —la enfermera que justamente ingresó para asegurarse de que Alice esté bien, le sugiere que conserve la calma, y más al verla tan pálida.
—¡Quítame esto! —pide Alice, siente que todo le ha caído encima, esas fotos son demasiado.
—No puedo, señora, es por su bien.
—¡Usted no entiende! Tengo un problema muy grave, necesito salir de aquí —espetó Alice intentando quitarse el suero.
—Espere, por favor, llamaré al doctor, cálmese —la enfermera sale corriendo.
—¿¡Por qué, Dios!? —se le salen las lágrimas— No me puede estar pasando esto, ¿qué más hace falta acaso? —dijo llena de enojo por esas fotos.
El doctor entró de inmediato. —Señora Anderson…
—Doctor, le prometo que vendré pronto, tiene mi número, me llama para los resultados de los exámenes, pero debo salir de aquí ahora mismo, es un problema muy grande, por favor —lo mira con súplica.
—Usted es una mujer adulta, aunque mi deber es velar