Damián llegó a la mansión, con el rostro tenso, pero con una determinación inquebrantable. Alice lo esperaba en la sala, con los ojos hinchados de tanto llorar, temiendo lo peor. La tensión en el ambiente era palpable, pero Damián se acercó a ella intentando ocultar su enojo consigo mismo y más la decepción de no haber podido dar con el culpable antes de que esas fotos fueran publicadas.
—Debes calmarte, Alice… Mariana está en prisión y ella dice saber quién es el culpable.
—¡Esa serpiente de mujer! —espetó— ¡Detesto a esa mujer! Desde que estoy contigo lo único que ha hecho es joderme la vida.
—Escucha, no paro de trabajar, tampoco puedes culparme. La persona que está haciendo daño lo ha hecho muy bien sin dejar rastro —intentó acercarse, pero ella retrocedió.
—Es mi cuerpo, es mi vida, es mi reputación.
—¡Y tú eres mi esposa! —Ese grito se escuchó como eco en la gran sala— Esto también me afecta, mi padre ya lo sabe y es un gran escándalo para el apellido Anderson.
—Al parecer es lo