Damián se apartó bruscamente, su rostro una máscara de furia contenida. Alice se giró con el corazón latiendo desbocado en el pecho. El aire en la oficina se había vuelto denso, cargado de tensión entre ellos.
—No tienes por qué hablar de esa manera, Thomas… solo quiere dinero, lo que todo empresario busca, solo quiere ser parte de la élite. Jamás me he besado con él, además, hay momentos en que debo socializar con Thomas porque también es mi trabajo.
—No me provoques, Alice —dijo Damián con voz ronca, sus ojos oscuros clavados en los de ella.
Alice retrocedió un paso, intentando recuperar el aliento. La intensidad de Damián la preocupaba y la atraía al mismo tiempo. No sabía si la amaba con pasión desmedida, pero a veces esa pasión se transformaba en algo oscuro y posesivo.
—Damián, por favor —murmuró, extendiendo una mano hacia él, pero se detuvo antes de tocarlo—. No quiero que estemos así.
Él la miró por un largo momento, la furia en sus ojos cediendo lentamente a una profunda tri