Alice no lo pudo evitar; su perfecto beso, su agarre determinante y su perfume tan varonil la envolvieron. Ella también deseaba consumir esa pasión, percibiendo claramente cómo él la deseaba, cómo quería domarla. Cerró sus ojos y jadeó por lo bajo al sentir cómo besaba su cuello y daba un leve mordisco que despertó en ella un deseo incontrolable.
—Damian… —murmuró con voz agitada, su cuerpo ardiente necesitaba más. —Nos… nos pueden ver —susurró, y sintió como un exorcismo en todo su cuerpo. Sus manos agarraron el cabello de Damian y jalaron con vehemencia, alborotando su perfecto peinado; aquella rebelde caricia lo provocó aún más.
—Te deseo, Alice. Eres mía, eres solo para mí —le agarró el trasero con más firmeza, un leve masaje exquisito que la hizo suspirar de placer. Damian deseaba quitarle el hermoso vestido lila, bajar a sus pechos, pero la "decoración" no se lo permitía, por lo que maldijo mentalmente. El hombre no se rindió; ingresó su mano por debajo del vestido, haciendo que