Al oír Alice la voz de su primo Dylan, su sangre empezó a hervir. Le parecía un descaro que, después de lo que hizo, se hubiera atrevido a venir a la fiesta de su madre. Sin embargo, lamentablemente, por ser un Cooper, debía resignarse a no echarlo, ya que toda su familia estaba presente y era el cumpleaños de su madre.
Al girarse y voltear a mirarlo, lo vio acercarse con una copa de vino, la cual sostenía con elegancia, y pudo ver su sonrisa falsamente cordial, sonrisa que Alice le devolvió con la misma hipocresía mientras Taylor se cruzaba de brazos observando en silencio.
—¿Algún problema, Dylan? Pues soy afortunada de tener un esposo poderoso, millonario y por eso vive tan ocupado —Alice sonrió aún más al ver los celos evidentes en el rostro de su primo.
No obstante, Dylan no pensaba quedarse de brazos cruzados. Su codicia lo había llevado a traicionar a su propia familia para crecer, para ser mucho más millonario y ser el más grande. Miró su fino reloj de oro y dijo: —El tiempo p