Conociendo tan bien el camino, Mael y sus hermanos planearon las etapas de nuestro viaje para que alcanzáramos la pradera, al norte de Ragnarheim, al mediodía. Pronto nos internábamos en el Bosque Rojo, donde la fresca sombra de los árboles nos protegía del sol estival.

Mael le había avisado a Ragnar que llegábamos, y hallamos a todo el clan reunido para darnos la bienvenida tan pronto salimos del bosque, con ramos de flores y grandes sonrisas. Luna Gaida y las suyas aguardaban pocos pasos más atrás.

Hubo un momento muy gracioso de confusión cuando los hijos de Ragnar se adelantaron corriendo hacia mí, saludándome por todo lo alto.

—¡Mamá Risa! ¡Mamá Risa!

Malec, Sheila y Quillan se asomaron desde la caja de la carreta al pescante, del que Aine descendía con ayuda de Dugan, los tres con el ceño fruncido, buscando a quién