La llegada de los niños fue una ocasión especial, y sobre todo enternecedora. Fui con Luna Alde y Janic a esperarlos al límite occidental de Rathcairn, y resultó evidente que Ragnar había aprovechado aquellas horas con ellos, porque ninguno preguntó qué era una Luna y la saludaron muy serios y respetuosos. Ragnar, en tanto, se veía radiante como nunca antes lo viera, y su serena felicidad resultaba contagiosa.
Mis sobrinos se dirigieron con Janic a los establos en el sector norte del poblado, y nosotros nos dirigimos a las casas donde Ragnar y su familia se alojarían.
Luna Alde precedió a los niños mayores al interior tan pronto desmontaron, mientras Ragnar y yo ayudábamos a los más pequeños a bajarse de sus caballos. Y los pequeñines se adelantaron corriendo al escuchar las exclamaciones de sus hermanos desde adentro.
Ragnar me detuvo cuando me disponí