Apreté los dientes, intentando sobreponerme. A los recuerdos y al profundo desprecio que sentía por mí mismo, al darme cuenta que no podía evitar que mi cuerpo se estremeciera de excitación con aquellos atisbos de mi memoria.
Sí, Risa me había liberado de la esclavitud y había salvado mi vida.
Pero no podía librarme completamente de lo que fuera que Olena me había hecho para someterme.
Eso me tocaba a mí.
Mi pequeña había pagado con su vida, con su alma, por salvarme de sus garras. Al menos en lo que concernía a mi ubicación física. Lo mínimo que podía hacer como muestra de gratitud por tamaño sacrificio era combatir las garras que Olena dejara clavadas en mi mente.
—¡Mael, aquí! —llamó Ragnar en ese momento desde una habitación al final del corredor.
Fui a su encuentro a paso rápido, negándome a prestar atención a lo que me rodeaba. Pero cuando entré a aquella habitación me temblaron las piernas.
Ragnar ya había cambiado, y me daba l