A Malec no le molestó despedirse tan pronto de su abuela, y luego de darle un estrecho abrazo y un sonoro beso en la mejilla, me precedió hacia la salida. Dejé a la reina escuchando a Mael con expresión grave, asintiendo lentamente. Cuando regresé de la guardería, encontré a Milo allí con ellos. Mael se marchó con él apenas entré, y la expresión de ambos reflejaba una mezcla extraña de emociones que me preocupó.
—Tranquila, amor mío. Todo va bien —me dijo Mael, deteniéndose a besar mi frente antes de seguir a su hermano.
Quedé a solas con la reina, que parecía ausente, abstraída en sus pensamientos. Para no molestarla, me procuré lo que precisaba para tomar el vial de ese día y permanecí en la salita secundaria, esperando que se me pasara el efecto.
—¿Risa? —llamó la reina,