Horas después el ambiente dentro de la sala de juntas de la empresa era denso, cargado de miradas tensas y un silencio que parecía retumbar en las paredes.
No estaban en la cabaña ni en los salones de la manada, sino en el corazón del territorio neutral: la empresa que servía de fachada para todos los acuerdos económicos entre las manadas. Esa sala de cristal, con una larga mesa de madera oscura, había visto acuerdos históricos, traiciones selladas con copas de vino, e incluso pactos manchados con sangre.
Logan estaba sentado en el extremo de la mesa, su postura erguida y la mandíbula apretada. Los ojos oscuros brillaban con la ira contenida, y sus dedos golpeaban el brazo de la silla en un ritmo casi imperceptible, como un tambor de guerra que aún no comenzaba. Frente a él, uno de los alfas veteranos alzó la voz, con un suspiro que dejaba entrever cansancio.
—Alfa Logan —dijo con gravedad—. Debes dejar todo atrás. Lo que sucedió pertenece al pasado.
Un gruñido profundo y gutural eme