La luna bañaba el bosque con su resplandor pálido cuando los dos enormes lobos cruzaron entre árboles, jadeando, con la sangre todavía fresca en sus patas.
Sus cuerpos, cubiertos de arañazos y heridas abiertas, daban testimonio de una feroz batalla. Al llegar a una vieja cabaña escondida en lo más profundo del bosque prohibido, sus figuras cambiaron. Los gruñidos se transformaron en palabras humanas mientras se inclinaban ante el hombre que los esperaba de pie junto al fuego.
Jack, el renegado, no era un simple enemigo. Su sola presencia hacía temblar a los más valientes. Su cuerpo estaba marcado por cicatrices antiguas, y sus ojos, de un rojo profundo, ardían con un odio indomable.
—¿Dónde está el cuerpo? —preguntó con la voz rasposa, sin siquiera mirarlos.
Los dos lobos tragaron saliva. Uno de ellos bajó la cabeza.
—Lo sentimos… Alfa Logan mató a Ciaran. No pudimos traer su cuerpo.
La sonrisa de Jack se desvaneció. En un segundo, su mano cruzó el aire, y el lobo que habló cayó de r