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Al fin el astil del fuego sería puesto en su lugar y tendría que pagar por lo que nos había hecho sufrir, pero aunque le guardaba rencor, sin dudas el rey contenía sentimientos muchos más agresivos hacia el hombre que lo manipuló y afecto su relación con la mujer que tanto lo amaba.

—Los astiles ya toman sus puestos— me avisó Blehien, reconociendo los sonidos.

Nos apretamos más contra la pared norte de la cámara y me reí al imaginarme la expresión que tendría el anciano sabio que tanto me aconsejaba, porque esa también sería su victoria.

—Deseo proponerle a su majestad el rey, que apruebe mi plan de alejar a la reina de la corte— comentó el astil del fuego a sus compañeros y su voz se escuchó fuerte, arrogante, para nada temerosa—. Aquí corre demasiado peligro y ahora que nos dará un heredero, debemos ser el doble de cuidadosos.

—Yo no creo que sea conveniente alejar a la reina en un momento tan delicado como este— declaró el astil del agua—. El pueblo la venera y si la escondiéramos,
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