—Su majestad disfrutará mucho con las justas —aseguró el astil del viento, arrimándoseme para que el del agua no se beneficiara de mi cercanía tanto como él—. Participarán caballeros renombrados, aunque ninguno de los séquitos de los reyes porque eso sería otorgarles ventaja.
La música se detuvo para dar paso a las fanfarrias y luego de las presentaciones, los primeros caballeros tuvieron el honor de entretenernos con un duelo de espadas que nos hizo gritar, reírnos y sudar copiosamente. Los ancianos más poderosos del reino abucheaban como niños a sus hombres derrotados y alentaban a otros, provocando mis carcajadas y las del rey, que apenas se molestaba en mirarme.
El bufón hizo su entrada, fingiendo que cargaría contra uno de los más temidos guerreros y portando solamente la tapa de un barril como escudo y un tronco roído como lanza. Mi alegría contagió a las doncellas y le arrojamos flores para que no se sintiera desatendido; pero pronto les llegó el turno a los jóvenes de demostr