El astil del viento se acercó con paso lento, ceremonioso, y nos ofreció dos copas enjoyadas, enlazadas por una cinta blanca. Imitando al rey, tomé una de las copas y bebí del agua que contenían, cuidando de no apartarme demasiado porque la cinta me mantenía sujeta a mi esposo. Luego siguió el turno de un joven al que identifiqué de inmediato. No podía ser otro que Dázahion de Fraehen, primo del rey y sus rasgos tan similares fueron los que me ayudaron a reconocerle. Él me sonrió y en sus ademanes percibí una amabilidad que ningún otro noble me había demostrado hasta entonces. Mi esposo le devolvió el saludo y rieron en una complicidad que no me pasó desapercibida.
La música se tornó repentinamente suave, dulce, casi triste y el rey me tomó de la mano para conducirme frente a las mesas, tan cerca de los astiles que pude comprobar la emoción en sus rostros. Al mirar con detenimiento, descubrí que la plataforma y las mesas del banquete, estaban levantadas sobre un círculo mayor, confor