―¿Cansada?
Se aventuró Helena con aquella pregunta, midiendo qué tan accesible era la dama.
―Sí. Un poco ―comentó con cansancio.
La mujer era delgada y su edad era avanzada. Su cabello era completamente castaño oscuro, sin canas. Su vestido sencillo de azul marido, tenía unas mangas largas y la falda llegaba hasta las rodillas.
―¿Desea que le traiga algo de beber? ―Helena no pudo evitar ser servicial. Manías que obtuvo cuando fue una mesera.
La señora se sorprendió y negó con cariño. Helena no presionó, le dio tiempo para que ella iniciara una conversación. Pero la dama tenía la mirada perdida y esperó otro momento antes de preguntar:
―¿Se encuentra bien?
La dama le dio una sonrisa forzada y ella comentó que estaba un poco triste. Helena la escuchó. Sabía que a las personas les gustaba ser escuchadas, sin interrupciones, una vez que se sentían cómodas.
Madam Dubois, no fue la excepción, conversó largo y tendido sobre su querida nieta que salió al extranjero para estudiar.
Helena la co