Helena luchó con todas sus fuerzas para liberarse.
Como tenía a Russell a sus espaldas, intentó pisotearle el pie, pero él la suspendió en el aire y caminó hacia el sofá, donde hace un momento Helena lo encontró con Freya.
Ella se asustó por cómo sus pies colgaron en el aire.
Sin más opciones, ella lanzó un codazo hacia atrás, apuntando hacia arriba, y le dio de lleno a la cara de su jefe/marido. Pero para él fue una caricia, un poco brusca, pero para nada dañina.
Russell se sentó en el sofá y colocó a Helena en su regazo. A pesar de poder ver el rostro a Helena, besó su espalda con gran anhelo y buscó quitarle el vestido.
―¡Russell, basta! ―gritó Helena alarmada.
Pero él no hizo caso. Enterró la nariz en la nuca de su mujer y aspiró el aroma. Gruñó de placer. Esa era la fragancia de su auténtica pareja.
Las manos amasaron los senos de Helena. Ella intentó quitárselo de encima, pero no pudo, aun si usó todas sus fuerzas.
―Mi amor, tú eres la única ―murmuró Russell.
Se acomodó en el sof