«Malditos bastardos», pensó Helena con rabia.
Los Brown habían ascendido con ese único éxito. Incluso el Alfa les había felicitado por la aportación a la gloria de la manada.
Quien se hubiera imaginado que ellos iban a traicionar a la manada de esa manera.
Pero ella sintió que el movimiento de envenenarlo fue estúpido.
«¿Por qué harían algo tan obvio?».
―Dime lo que piensas ―pidió Russell, luego de suprimir su sonrisa perturbadora.
―Que los Brown son estúpidos. ¿No pudieron hacer algo más revelador?
Eso hizo reír a Russell. Para Helena, aquel sonido grave que le hizo cosquillas en sus orejas, fue demasiado agradable.
―¿Se le olvidó que usted tiene una extraña habilidad? ―dijo Russell.
Helena le miró sin comprender. Él aclaró las dudas de su esposa.
―Nadie entre la manada tiene la sensibilidad que tiene usted. ―Russell bufó divertido―. Su olfato tiene una extraña fijación hacia esa planta, así que ellos nunca se imaginaron que usted podía detectarla.
Ella entendió. Helena también se p