Helena sintió los ojos cansados luego de ver varios documentos.
―No se esfuerce mucho, señora ―dijo Ulises a su lado.
Ella le sonrió con cansancio y vio al chico, ya que en su cabeza le había crecido el cabello, lo suficiente como para no ver su reluciente y desnudo cuero cabelludo.
―Está bien, ya me estoy acostumbrando ―dijo Helena.
Devolvió sus ojos al documento.
Los Russell por fin decidieron mover sus piezas.
Ulises y la asistente de Gloria, Emma, la habían visitado y entregado varios documentos delicados.
Listas de objetivos y detalles, que no podían ser enviados por correo electrónico, porque tuvieron que ser destruidas luego de que Helena lo leyera.
Así que ella tuvo que confiar en su memoria.
Una vez que terminó de leer, le devolvió los papeles a Ulises. El joven Beta lo guardó celosamente en un maletín de cuero negro, para su posterior quema de evidencia.
―Los objetos para la fiesta ya están en la mansión ―dijo Ulises. Helena le miró sin entender―. Allí será preparada, en la c