―¿Si tuvieras la oportunidad de pedir un deseo, qué pedirías?
Cinco años atrás, Helena le había hecho aquella pregunta a su padre. Él dejó de ver la pantalla de su celular y parpadeó un par de veces.
―Hmm… Tu felicidad ―dijo como si aquello fuera obvio.
Helena rodó los ojos.
―No creo, pá. Tiene que haber algo que quieras con todas tus fuerzas.
El señor, con un espeso bigote, volvió a parpadear con una cara de confusión.
Estrechó los ojos.
Pensó con seriedad, e incluso se acicaló esa escobilla que tenía por bigote. Aquel movimiento pareció ayudar a procesar bien sus pensamientos.
―Sí, hay una cosa... ―dijo, todavía sumido en sus pensamientos.
Una joven Helena, interesada, dejó su celular a un lado y se reclinó sobre la mesa, esperó a que le contara.
Tal vez ella lo pudiera comprar y sorprenderlo para el cumpleaños…
―Ser abuelo.
Helena se congeló en su lugar. Él sonrió al ver la reacción de su hija.
―Pá, apenas cumplí diecinueve años. ―Helena le dijo con disgusto.
―No te preocupes, Heli,