—Esto no es lo que tenía pensado para nuestra noche de bodas.
—Tal vez sea porque lo planeaste tú solo.
—¿Qué? —Darian me miró mientras se quitaba una de las botas, sentado en la esquina de la cama.
—Me parece que has pensado demasiado en esto... Forzado.
—¿Forzado? —Se puso de pie de pronto, con los ojos encendidos—. ¿Me estás diciendo que te forcé aquella noche en el bosque? ¿Que te obligué la noche que te salvé de morir asfixiada por las garras de Kael?
Las palabras se me atragantaron. No conseguía encontrar una respuesta.
—¿O me estás diciendo que te forcé a abrir las piernas? —Su voz bajó de tono, pero a pesar de ser apenas un susurro, aquella pregunta retumbó como un grito afilado en mi cabeza.
Me costaba sostenerle la mirada. Su voz, sus gestos, me devolvían recuerdos de una dulzura pasada, de la amabilidad en su mirada, de su manera suave de tocarme... pero no podía desprenderme de la desconfianza. Saber que me había seguido en secreto cambió algo en mí. Y sin embargo, ahora