Capítulo 86.

Corrí afuera esperando encontrar el caos total: gritos, humo, descontrol. Pero no.

El aire olía a tensión contenida, y eso siempre me ponía más nerviosa.

Varios lobos se transformaron justo frente a mí, su piel cediendo al pelaje en un parpadeo, listos para la batalla. Las patas se clavaban en la tierra, las mandíbulas se apretaban, y un murmullo de gruñidos bajitos llenaba el aire.

Papá y Zayn estaban más adelante, y el lobo blanco —como siempre— se movía tan tranquilo que parecía que no le preocupaba el fin del mundo. En el claro, un lobo jadeaba con fuerza, el pecho subiendo y bajando como si acabara de correr desde otro continente.

—Alfa… Supremo —dijo, transformándose. Le costó un poco recuperar el aliento—. Un gran grupo de… humanos… viene hacia aquí.

Papá alzó la cabeza con calma, ese tipo de calma que me ponía los pelos de punta.

—¿Renegados?

El mensajero negó, aún respirando entrecortado.

—Ninguno… que haya podido ver.

Papá asintió.

—Bien. Descansa un poco y luego prepárate
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