Capítulo 64.

Parpadeé insegura de lo que estaba viendo. Giré mi cabeza hacia él.

—Solo para confirmar— dije despacio— Es... ¿Eso?

—Tómala —ordenó con su voz grave, mientras su aliento se perdía en el aire helado—. Es tu regalo.

Ese "regalo" era una rana congelada.

Una. Maldita. Rana.

Lo miré con una ceja arqueada, sin siquiera disimular mi incredulidad.

El Lobo Blanco asintió, satisfecho, como si me acabara de entregar una joya.

Volví mi cabeza con lentitud.

—Eh… ¿gracias? —logré decir, con la rana mirándome como si también se burlara de mí.

Mientras yo seguía paralizada, una mano apareció en mi línea de visión. Una playera negra, ancha, de hombre, colgaba de sus dedos. La tomé por reflejo, demasiado sorprendida para pensar. Solo cuando el algodón caliente rozó mi piel reaccioné y giré la cabeza para verlo…

Pero llegué tarde. Él ya no era hombre. Otra vez era lobo, blanco, impenetrable.

Un frustrante segundo de humanidad que me robó por completo.

Gruñí, pero me aferré al trozo de tela.

—¿Y esto? —
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