Capítulo 63.
Mis hermanos no se encontraban cerca. Podía escucharlos discutir sobre dónde poner a los "amigos" de Theo.
Salí por la puerta lo más silenciosamente que pude.
El lobo blanco ya me esperaba afuera de la cabaña, echado de costado sobre la nieve derretida como una enorme sombra de invierno. Bostezó apenas me vio, un gesto perezoso que me hizo sospechar que llevaba allí un buen rato.
No era la primera vez que lo hacía; de hecho, esa paciencia suya siempre me intrigaba.
Alguna vez le pregunté por su verdadero nombre, con esa curiosidad infantil que nunca logré domar. Él, sin embargo, solo ladeó las orejas y respondió que prefería no usarlo.
—Solo mis amigos más cercanos lo conocen —me dijo entonces, con esa calma que parecía esconder siglos de historias—. Les permití usarlo, pero no me gusta que sea de conocimiento público. A aquellos que lo saben, les pedí que no lo pronunciaran libremente.
Mis padres, por supuesto, respetaban ese deseo. Ni una sola vez se les escapó frente a