Capítulo 48: Las Sombras No Duermen

La sala baja del antiguo ala del consejo olía a incienso de raíces oscuras y a estrategias podridas.

Aldrik se mantenía de pie junto a la mesa de mármol negro, los dedos trazando líneas invisibles sobre el mapa de la manada. Frente a él, Elaria aguardaba en silencio, el ceño fruncido, los brazos cruzados. Su cabello dorado caía sobre los hombros como una corona torcida, y en sus ojos ardía un fuego diferente al de Aeryn: uno hecho de envidia y ambición.

—Así que parte esta semana a su nuevo puesto en la frontera —dijo Aldrik, sin mirarla aún—. Justo a tiempo para cumplir con tu verdadera función.

Elaria apretó la mandíbula.

—¿Tiene que ser ella? ¿Justo ahora? —escupió con desdén—. ¿Un heredero, de todas las cosas? ¿Eso es lo que me quitó todo?

Aldrik sonrió sin alegría.

—No, hija. Lo que te lo quitó fue la Luna equivocada con el linaje correcto… y la insolencia de no saber cuál era su lugar.

Se giró hacia ella, sus ojos oscuros chispeando con cálculo.

—Pero ahora tenemos una o
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