El sol apenas comenzaba a colarse por los vitrales cuando Aeryn despertó, aún con el cuerpo pesado por el agotamiento de la transformación del día anterior. Sentía los músculos tensos, la piel aún sensible donde el fuego había brotado sin control. A su lado, Darien dormía, de espaldas, con la mandíbula apretada incluso en reposo.Se sentó despacio, sin querer despertarlo, y observó el mechón plateado que yacía sobre su hombro como un recordatorio silencioso. No lo cortó. No esta vez. Lo tomó entre los dedos y lo miró bajo la luz filtrada. Brillaba con una fuerza tranquila, como si respirara con ella.“Algo cambió anoche…” pensó. No solo en ella. En él también.Darien abrió los ojos de pronto, como si hubiera sentido su mirada.—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca.—Sí. Un poco adolorida... pero bien —respondió, forzando una sonrisa.Él se incorporó, sentándose a su lado. La observó en silencio unos segundos, y luego le apartó el mechón con delicadeza.—¿Qué está pasando contigo, Aery
El trayecto hacia la fortaleza fue silencioso. Nerysa y Joldar caminaban al frente, con la postura erguida de quienes están acostumbrados a ser observados. Detrás, Aeryn y Darien avanzaban lado a lado. Él mantenía la mano rozando la suya, como si su contacto pudiera frenar cualquier impulso, cualquier estallido que volviera a encender el fuego en su interior.El aire en el camino olía a tensión contenida, a tierra húmeda por la niebla de la mañana, y al juicio no pronunciado que esperaban al cruzar los portones de Lobrenhart.La fortaleza los recibió con sus muros grises e imponentes. Desde los corredores altos, ojos los seguían. Murmullos no tan discretos se arrastraban por los patios.—Ahí vienen… —Dicen que la loba del heredero ardió como una estrella... —¿Vieron el mechón? Es real… Aeryn sentía las miradas clavándose en su piel. Darien no la soltó. Pero cuando pasaron junto al entrenamiento del círculo medio, una figura se adelantó. Elaria. Vestida con la túnica azul de las a
El eco de pasos y murmullos llenaba el Salón de Piedra, la gran cámara donde el Consejo de Lobrenhart se reunía bajo los techos abovedados y las columnas talladas con símbolos de los clanes ancestrales. La mesa circular ya estaba casi completa, y aunque no todos hablaban en voz alta, la tensión podía sentirse como una niebla densa.Aldrik, con su túnica de lino oscuro y su rostro impasible, ocupaba su lugar tradicional, justo a la izquierda del asiento reservado para el Alfa. No necesitaba alzar la voz para que sus palabras pesaran más que cualquier declaración.—No estoy aquí para sembrar alarma —dijo, con tono sosegado—. Pero tampoco podemos ignorar lo evidente. Esta loba... Aeryn... ha mostrado habilidades que van más allá de lo común. Una transformación diurna. Control sobre el fuego. Y una marcada jerarquía sobre nuestro heredero.Un murmullo recorrió la sala. Algunos miembros intercambiaron miradas, otros simplemente cruzaron los brazos. El Beta de Sombranoche, Cael, mantenía la
Desde la torre norte de la fortaleza, Aldrik observaba la ciudad bajo el sol matutino. Sus manos enlazadas tras la espalda, la túnica perfectamente planchada, y los ojos entrecerrados como cuchillas a punto de caer sobre una presa.No le gustaba lo que veía. O más bien, lo que no podía controlar.Joldar había decidido partir a Monteluz. No me gusta ese interes de ver a Thandor. Y lo peor de todo: Nerysa y el, habían comenzado a husmear en los archivos de la vieja biblioteca. Viejas historias, viejas mentiras disfrazadas de leyenda…—Están escarbando donde no deben —murmuró para sí, girando hacia el salón donde aguardaba su aprendiz, Elaria.Ella tomaba notas sin levantar la vista, pero él sabía que cada palabra quedaba grabada en su memoria como hierro al rojo vivo.—Thandor —pronunció con desprecio—. Viejo maldito. Debería haber muerto con los suyos cuando se desmoronaron los clanes.Él había sido quien sugirió a Roiner, aquel asesino silencioso para acabar con la descendencia de los
El gran patio central de Lobrenhart había recuperado su calma habitual, pero algo en el aire se sentía distinto. Darien lo percibía en el silencio de los soldados, en las miradas de los ancianos, en los suspiros prolongados de las cocineras. Joldar se había marchado hacía solo dos días, pero el eco de su ausencia retumbaba como un tambor lejano en el pecho del heredero.En la terraza del ala norte, con vista a los campos de entrenamiento, Darien se mantenía de pie con los brazos cruzados. El viento jugaba con su capa y con los mechones sueltos de su cabello oscuro. A su lado, Aeryn lo observaba en silencio. Había intentado aliviar la tensión con palabras suaves, con caricias discretas, con insinuaciones de deseo... pero él se mostraba distante.—No puedo protegerte si pierdo el control de ellos —dijo al fin, sin mirarla—. La manada no respeta al lobo que duda. Y hoy, todos me miran buscando grietas.Aeryn dio un paso al frente, colocándose frente a él.—Eres más fuerte de lo que crees
El aire entre Aeryn y Darien seguía cargado, espeso con silencios incómodos y miradas que se desviaban antes de encontrarse. No dijeron nada cuando se acostaron en la cama esa noche. Aeryn intentó dormir, pero las palabras frías de Darien resonaban una y otra vez en su mente, como ecos que arañaban la confianza que habían construido.A la mañana siguiente, durante el desayuno, la tensión era palpable. Sentados frente a frente, evitaban mirarse directamente. El murmullo habitual de la fortaleza parecía haberse apagado, aumentando el peso de su incomodidad.—¿Piensas seguir ignorándome todo el día? —preguntó finalmente Darien, cortando la carne con más fuerza de la necesaria.Aeryn alzó la mirada con una mezcla de sorpresa y enojo.—Pensé que eso era lo que querías. Que no te molestara con cosas que "no entiendo".Darien dejó el cuchillo con un golpe seco, exasperado.—Ese anillo es parte de mi historia familiar, Aeryn. No es algo que puedas usar a la ligera.—Y yo soy parte de tu vida
Desde la tribuna del campo de entrenamiento, Aeryn observaba con atención cada movimiento. Guerreros jóvenes y veteranos se mezclaban en combates de práctica, demostrando destreza y fuerza. Aeryn sintió una mezcla de admiración y ansiedad. A su lado, Marrek explicaba algunas técnicas con voz grave y pausada, su mirada clavada en ella más tiempo del estrictamente necesario.—Tienes una postura perfecta para el combate —comentó Marrek, acercándose un poco más—. ¿Has considerado entrenar con nosotros regularmente?Aeryn intentó mantener distancia emocional, pero algo en la forma de hablar del guerrero generaba inquietud. Marrek era alto, con músculos claramente definidos bajo su túnica ajustada. Su mirada era profunda y oscura, siempre analizando.—Quizá algún día —respondió con cortesía, sin comprometerse demasiado.Desde lejos, Darien observaba con creciente irritación, incapaz de apartar los ojos de la cercanía entre Aeryn y Marrek. Sus dedos se cerraron en puños, pero reprimió la nec
El amanecer arropaba la fortaleza de Lobrenhart con un gris helado, como si el cielo supiera que algo estaba mal. Nerysa observaba desde el balcón alto del Santuario de la Luna, envuelta en un manto espeso que no lograba calentar el frío que sentía en el pecho. Sus dedos temblaban, no de frío, sino de incertidumbre. Hacía días que Darien evitaba cruzar palabra con ella. No había permitido que nadie viera a Aeryn, ni siquiera a ella. Y eso decía mucho más que cualquier declaración formal.Aldrik había ganado terreno en el consejo. Su voz resonaba más fuerte que nunca, envolviendo a los viejos con susurros de miedo y precaución. Cada palabra suya era como veneno destilado, lentamente filtrado en las decisiones de la manada.—Están cerrando el círculo… y Darien está demasiado herido para notarlo —murmuró Nerysa en voz baja.Cael había acudido a ella la noche anterior, su rostro endurecido por el golpe de Darien, pero su corazón firme en su lealtad. Había implorado su ayuda para proteger