Capítulo 69. La ventana que no duerme.
El beso seguía en su boca, como si hubiera dejado una marca invisible que ni el agua fría podría borrar. No sabía si sentir vértigo o alivio. Lo único que sabía era que el mundo se veía distinto bajando del mirador, como si cada farola, cada curva en la carretera, guardara un secreto nuevo.
Llegó a casa tarde, más de lo que debería. Las luces de la fachada ya estaban apagadas. Entró por la puerta lateral para no hacer ruido, pero el piso de madera crujió igual.
—Llegaste tarde —susurró una voz en la penumbra.
Se giró, sobresaltada. Era Valentina, recostada contra el marco de la cocina, con una taza de té en las manos.
—Estaba en el mirador —dijo Iris, encogiéndose de hombros.
—Sola.
No fue una pregunta. Iris sostuvo su mirada unos segundos antes de responder.
—Sí. Sola.
Valentina no la contradijo, pero Iris vio el brillo de duda en sus ojos. Finalmente, su madre asintió y le señaló la escalera.
—Sube. Mañana tienes clases.
Iris obedeció. Cerró la puerta de su cuarto y apoyó la frente