Capítulo 66. El lobo cerca del jardín.
El sol comenzaba a caer sobre las montañas que abrazaban la ciudad, tiñendo de naranja sucia los bordes de los edificios. Julián había estado conduciendo desde temprano, sin una ruta definida, pero con el mismo destino resonando en su mente: la finca.
La finca.
Ese lugar escondido entre colinas, custodiado por árboles centenarios y cámaras que parecían aves al acecho. Ya la había ubicado en los registros catastrales con ayuda de su contacto. Sabía que pertenecía a Alejandro De la Espriella. Sabía que allí vivían él, su esposa Valentina Vargas y sus dos hijas. Sabía que Iris… vivía en el corazón de ese terreno como una flor custodiada por muros invisibles.
Y ahora, el Arconte rondaba cerca.
El mensaje que recibió esa mañana era críptico, pero claro: “Movimiento detectado. El objetivo cambió de zona. Rumbo oriente antioqueño. Altura, 2100 metros.”
Eso lo colocaba cerca. Demasiado cerca.
Julián apagó la moto a unos quinientos metros del portón principal de la finca. No podía acercarse má