Capítulo 39. Infierno entre hermanos.
La sala de juntas de Castaño Ltda. tenía un aire más cargado de lo habitual. No era solo por la humedad de la tarde o los ventiladores lentos que apenas movían el aire: era por las presencias. Por las ausencias. Y por las heridas abiertas que habían regresado sin previo aviso.
Emilia estaba sentada al extremo de la mesa. Vestía un pantalón negro de cintura alta y una blusa blanca sin mangas. A su lado, un abogado joven tomaba notas en una tablet. Frente a ella, Esteban, siempre arrogante, hojeaba un portafolio como si los documentos fueran escudos. Pero ese día, ninguno de ellos era el centro del huracán.
La puerta se abrió.
—Pensé que nunca volverías —dijo Esteban, al ver entrar a Samuel Castaño.
El hermano menor. El que todos habían aprendido a ignorar. El que se fue antes de que la corrupción se normalizara, y que sólo reapareció para lanzar tierra sobre el ataúd de Mauro.
Samuel lucía delgado, el cabello ligeramente canoso en las sienes, y una expresión severa. Traía una chaqueta