Capítulo 38. El archivo Serrano.
La noche había caído sobre la ciudad con un silencio denso, como si presintiera que algo estaba a punto de romperse. Antonia Vargas no dormía desde hacía dos días. Las ojeras marcadas bajo sus ojos delataban el desgaste, pero su mente seguía tan afilada como un bisturí. En la pantalla de su portátil parpadeaba una carpeta recién descargada: “Confidencial—Serrano-Vínculos”.
Estaba sola en su apartamento, con el celular en modo avión y la música clásica apenas audible. Afuera, el ruido del tráfico no alcanzaba a perturbarla. Su pulso temblaba, no de miedo, sino de la adrenalina contenida.
Abrió el primer archivo: una cadena de correos cifrados entre Álvaro Serrano y un hombre identificado solo como “S.R.”. La IP provenía de Sinaloa. El contenido, camuflado entre jerga financiera, dejaba claro lo esencial: transferencias ilícitas a través de una red de fundaciones fantasma que operaban desde Panamá.
—Maldito bastardo… —murmuró, ampliando uno de los PDFs.
Había contratos firmados por terc