Capítulo 19. Enemigos y otras formas de tocar.
--Escena 1: El disparo no era para ella--
A las 7:43 de la mañana, el timbre del apartamento sonó.
Emilia ya estaba lista para llevar a Julián al colegio. Jeans oscuros, chaqueta de cuero, gafas de sol. Había decidido enfrentarlo todo de frente, sin maquillaje de guerra ni palabras templadas.
Pero cuando abrió la puerta, lo primero que vio fue el pánico en los ojos del escolta.
—¡Cierre la puerta, señora!
No tuvo tiempo.
Un estallido seco. Luego otro.
Vidrios rotos. Gritos. Julián gritó desde el pasillo.
El primer impacto fue en la baranda del segundo piso. El segundo, más cerca: justo sobre el marco de la puerta.
Emilia cayó al suelo, rodando junto al cuerpo del escolta que intentó cubrirla. La sangre salpicó su blusa. El olor a pólvora se mezcló con el perfume barato que se había puesto por inercia.
—¡Mamá! —gritó Julián, corriendo hacia ella.
Otro disparo.
Ella se levantó como un resorte y lo empujó al piso. Lo cubrió con su cuerpo. Sintió el temblor en los brazos del niño. Escuchó