Capítulo 20. El hijo del silencio.
Julián no volvió a dormir bien después del atentado.
El estallido de los disparos no lo despertaba. Era otra cosa: la mirada de su madre después. Fría, concentrada, con los ojos fijos en el suelo como si ahí, entre las balas y los gritos, se le hubiera terminado de morir algo que ya estaba roto.
No hablaban mucho desde entonces. Emilia lo abrazaba más fuerte. Le dejaba la comida lista, le preguntaba si había dormido, si todo estaba bien en el colegio. Pero sus ojos… sus ojos estaban en otro lugar.
Ese lunes, Julián llegó al colegio con el morral colgado al hombro y una gorra baja que intentaba esconderlo del mundo. Sabía que lo miraban. Algunos con lástima. Otros con morbo. Otros, con miedo.
—Ese es el hijo de la viuda —escuchó al pasar por el pasillo.
—Dicen que la mamá está metida con un policía que mata gente —susurró otro.
Se detuvo.
—¿Por qué no me lo dices en la cara? —espetó, volteando con los puños cerrados.
Los otros bajaron la mirada. Se fueron.
No quería pelear. Pero sentía