Capítulo 4
Me quedo mirando el teléfono apagado, con el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón. ¿Cómo sabe Leonardo que América se fue? ¿Me está siguiendo? La idea me pone la piel de gallina, pero no en el mal sentido, y eso es lo que más me asusta. Debería estar furiosa, bloqueando su número, quizás hasta llamando a la policía. Pero en lugar de eso, estoy sentada en la ventana de este hostal cutre, con vistas a una callejuela de la Gran Vía, sintiendo un cosquilleo que no quiero nombrar. Sacudo la cabeza.
“Camila, reacciona. Esto no es un cuento.”
Estoy sola en Madrid. América, con su impulsividad de siempre, se largó a Barcelona con un tal Larry, un tipo que conoció hace menos de un día. “Es mi oportunidad”, dijo, como si yo no importara. Vine con ella para desconectar, para caminar por la Puerta del Sol, comprar un pañuelo para mi madre, un llavero para mi padre, algo que les saque una sonrisa cuando vuelva a Valtris. Pero ahora, con mi cuenta bancaria en rojo y mi m