La furia me consumía como un incendio descontrolado, quemando todo a mi paso en la oficina.
Los titulares de esa maldita revista.
"Leonardo Valdés y su amorío secreto: ¿Empezará una nueva relación? ¿Quién ha capturado el corazón del magnate?"
Me paseaba por el despacho mientras mis manos destrozaban lo que encontraban: un jarrón de cristal que estalló contra la pared, papeles volando desde el escritorio, un portarretratos con una foto de la firma del contrato con Tokyo Tech que tiré al suelo con un rugido. ¿Cómo demonios había salido esto a la prensa? No había nombres, gracias a Dios, ni una mención directa de Marianna, pero las fotos granuladas —yo entrando a su edificio, su mano en mi brazo— eran suficiente para encender un escándalo. Mi vida privada, expuesta como carne cruda para los buitres de los tabloides.
Me detuve, jadeando, apoyándome en el escritorio, el sudor perlándome la frente. ¿Y si Camila lo veía? ¿Y si ya lo había visto? El pensamiento me atravesó como un cuchillo.