Ariadna bajó las escaleras en silencio, apenas había dormido algo, había sido una noche muy largo, pero era hora de comenzar el día con buen pie, por lo menos intentarlo.
No había dormido bien, pero al menos la conversación con Maximiliano en la cocina la noche anterior había sido extrañamente reconfortante. No sabía qué pensar de todo lo que estaba pasando, pero sí sabía que necesitaba un poco de normalidad, aunque fuera momentánea.
Últimamente su vida no estaba siendo muy normal.
Entró en la cocina y lo primero que vio fue la espalda de Ricardo mientras él batía algo en un tazón. Sus hombros anchos y su postura relajada le hicieron sentir una punzada de alivio. En cuanto la notó, Ricardo dejó lo que hacía y se giró, su rostro se iluminó con una sonrisa de alivio antes de envolverla en un fuerte abrazo.
—Dios, Ariadna… —susurró con una mezcla de preocupación y cariño. Ariadna cerró los ojos por un momento, disfrutando de ese gesto cálido. Sentía que podía derrumbarse en cualquier m