El valor que espumeaba dentro de su ser se fue desvaneciendo poco a poco mientras se acercaba a la cabaña. A pocos pasos se escondió detrás de un árbol y jaló amara por el brazo para que quedara frente con frente a él.
Ella intentó hablar pero Leo se llevó el dedo índice a los labios negando con la cabeza y con los ojos bien abiertos.
— Está todo apagado —. Señaló ella en un susurro.
— Tal vez duermen — El temblor en su voz lo delató.
Mara le regaló una sonrisa dócil y calló esperando a que estuviese listo.
— ¡ Félix! — Margaret corría gritando a través del corto pasillo que separaba las habitaciones en la casa de renta que se vio obligada a tomar para darle al niño algo más cálido y hogareño que una habitación de hotel. — ¡ Félix! ¿ Estás bien? — Abrió la puerta de la habitación y lo encontró envuelto en llantos y sudores, sentado en el centro de la cama.
—¿ Qué pasa pequeño? — Félix temblaba. — Shh, shh, tranquilo. Fue solo una pesadilla, nada más — Margaret lo apretó contra su