—Andando —apresuré, sabiendo que no podíamos mantenernos en nuestra nube de azúcar—. Hay que apresurarnos.
—Lo sé.
—¿Qué?
—Vienes del futuro, lo sé.
—¿Cómo? —tartamudeé.
—Porque estoy sintiendo en este momento a dos Elle —respondió con seriedad—. No sé cómo lo hiciste, no sé por qué estás aquí, pero te amo, Elle. Gracias por venir y estar conmigo.
—Basta, ni se te ocurra despedirte —supliqué.
—Me viste morir. ¿No es así?
Un gemido lastimero rotó de mi garganta en ese momento, derrumbándome.
Había llegado en el momento exacto en el que las llamas envolvían el cuerpo de Nate. Estuve ahí el tiempo suficiente para verlo convertirse en ceniza, mientras me miraba a los ojos.
No podía quitarme esa imagen de la cabeza. No podía.
—Lo lamento, conejita —sus fuertes brazos me envolvieron, protegiéndome.
Me revolví, sollozando. Las imágenes se repetían una y otra vez en mi mente. El dolor no se iba por más que luchaba contra él.
—No hay tiempo —murmuré, sin embargo, no intenté soltarlo.
—No me im