No volteé a verlo, tan concentrada como estaba en Rosie.
Se deshizo del cristal en mi mano de un simple movimiento. No había notado que el cristal había estado cortando mi piel, pero tampoco me importaba demasiado.
Sentí sus brazos alrededor de mi cintura, levantándome en contra de mi voluntad. Rosie se mantuvo en el suelo, intentando lucir como una víctima inocente. No luché contra él, pues con lo furiosa que estaba, lo mínimo que haría sería cortar su cuello. La perra merecía pagar con sangre por cada una de mis lágrimas.
—¿Qué rayos hiciste? ¿Cómo hiciste todo esto? —preguntó, impresionado. No molesto, solo impactado.
Lo entendía.
Sí, ahora que el calor de la pelea había pasado, yo también me preguntaba cómo había logrado todo aquello. No se suponía que una humana pudiera ganarle en una pelea a una mujer lobo, sobre todo, si esta era la hija del beta de la manada, la mujer más fuerte a nuestro alrededor.
—¡Bebé! —lloriqueó desde el piso, haciéndome gruñir al escucharla. Espera un momento, ¿gruñir? ¿Desde cuándo yo gruñía? —. ¡Me atacó! ¡Mira lo que me hizo! Tienes que arrestarla. No, mejor aún, tienes que expulsarla de la manada.
¿Quién se creía? ¿Acaso estaba dándole ordenes a Nathan? ¿No notaba con quién estaba hablando?
—¿Qué te hace pensar que él hará lo que le digas, perra? —¿esa era mi voz? ¿Por qué sonaba tan... Diferente?
—¡Soy la futura luna de esta manada!
—Oh, querida —exclamé con fingido pesar—. Que vivas en la luna, no implica que vayas a volverte una.
—¡Bebé! ¿Acaso vas a dejar que me trate así? —se quejó.
Miré de reojo a Nate, quien estaba más interesado en ver que es lo que estaba pasando conmigo. Analizaba cada parte de mi cuerpo con gesto crítico, veía todo el desastre que había traído con mi pelea con Rosie. La herida en mi costilla no era grave, como había llegado a pensar, solo un pequeño rasguño. ¿O es que ya se estaba cerrando la herida?
¿Qué demonios estaba pasando?
¿Acaso importa? Concéntrate en el momento, niña.
—Esto te lo has buscado tu sola —refutó luego de unos segundos, dándole una mirada de desdén—. Quiero que empaques tus cosas y te largues de aquí.
—¿Qué? —su rostro era la mejor de las pinturas, no pude evitar reírme en su cara, provocando que me mirara como si deseara matarme.
Oh, estaba segura que lo deseaba.
—Ya me oíste —replicó con tono alfa.
¿Nathan siempre se vio tan apetecible? Por alguna que no entendía, él se veía mucho más atractivo que nunca. Su cabello se había desordenado y uno de sus mechones caía hasta tapar uno de sus lindos ojos, tan diferentes, tan enigmáticos. Sus pestañas eran envidiables y tenía unos lindos y apetecibles labios. Parecían llamarme, invitarme a acercarme y marcar territorio.
Ahora solo faltaba que me pusiera a hacerle pis encima, pensé avergonzada.
—Vamos, Elle. Voy a atender tus heridas —me tomó de la mano con suavidad, como si me temiera.
Yo jamás le haría daño a él. No entendía mi comportamiento, pero no tenía dudas de que jamás lo lastimaría. Al contrario, sólo quería protegerlo.
—Tienes diez minutos para salir de aquí, no me hagas mandar a los guardias por ti, ya hablaremos luego sobre lo que hiciste.
Me sacó de la habitación ignorando los berrinches de Rosie. No me veía, no me hablaba. ¿Estaba molesto conmigo?
Todo el subidón de energía que había tenido huyó de mi cuerpo en ese momento, dejándome mareada y débil. Sentí mis piernas temblar justo antes de terminar en el suelo.
¿Qué estaba ocurriéndome?
—¿Elle? ¿Estás bien? —se inclinó hacia mí, ayudándome a levantarme.
—Estoy bien —tartamudeé.
Me tomó en sus brazos y comenzó a subir las escaleras hasta llegar al ático. Me dejó suavemente en la cama antes de encender la chimenea y tomar una bandeja que de seguro había dejado en la habitación cuando fue a buscarme.
—Gracias —murmuré, recibiéndola.
El olor de la sopa llenó mis fosas nasales. Podía distinguir cada uno de los ingredientes, lo que me dejó confusa.
Ahora que todo había pasado, comenzaba a arrepentirme de mis acciones.
Mentirosa, tú sabes bien que lo disfrutaste.
Claro que lo disfruté, le di su merecido después de tantos años de desplantes.
¿Entonces por qué no estás feliz?
Nate está molesto conmigo, debo disculparme con él.
—Lo lamento, Nate —dije para su sorpresa.
Él me miró, como si lo hiciera por primera vez en toda su vida. Se sentó en la silla al lado de la cama y me instó a comer con un gesto de su cabeza.
—¿Puedes explicarme que fue todo eso, Elle? —preguntó, pero me quedó claro que era más una exigencia que una petición.
Comenzó a vendar la herida de mi mano, con mucha paciencia y parsimonia. Parecía distraído, concentrado en sus propios pensamientos. ¿Nathan estaba enfadado? No se veía molesto, pero si consternado.
Cuando terminó, se levantó de la cama, sin verme a los ojos. Ignoró el rasguño cerca de mis costillas, quizás porque no era tan grave como había parecido en un principio.
—No lo sé —respondí con honestidad.
Se pasó la mano por el cabello, despeinándolo. Parecía bastante desesperado, pero no entendía por qué. ¿Estaba molesto conmigo por atacar a su "mate"?
—Come, Eleanna. Iré a hablar con mi padre y vendré cuando ya hayas comido —ordenó, dirigiéndose hacia la puerta, sin verme a los ojos—. Por cierto, el baño ya está listo.
Suspiré, sintiéndome cansada repentinamente. ¿Qué había pasado? No tenía idea. No era normal que yo pudiera ganarle a una mujer lobo en una pelea, mucho menos salir casi ilesa de ello. Rosie era una de más fuertes de la manada.
Comí, sintiéndome sola y agotada. Cuando una hora pasó, donde pude descansar un poco, tomé una ducha rápida. No sabía dónde se había metido Nate, pero estaba tardando bastante.
Quizás estuviera discutiendo con su padre para expulsarme de la manada.
La simple idea causaba un fuerte dolor en mi corazón, como si fuera insoportable para mí el hecho de pensarlo.
Tres horas habían pasado y yo ya me había comido todas mis uñas debido a la ansiedad. ¿Qué era lo que estaba pasando?
Pronto lo sabrás.
¿Por qué no me dices quién eres? ¿Acaso perdí la cabeza?
No has perdido nada, idiota. Yo diría que más bien ganaste algo.
Genial, me gané una conversación con la voz en mi cabeza, la cual por cierto se niega a colaborar conmigo.
No te quejes, Eleanna.
No lo hago.
Eso tampoco era normal, pero hey, vivía en una mansión rodeada de hombres lobos, le había ganado a la mujer lobo más fuerte de la manada y juraba ser la mate del futuro alfa. Hablar con alguien en mi cabeza no era la cosa más extraña que había hecho.
Nate y su padre entraron a mi habitación sin avisar. Yo me encontraba frente al fuego, solo observándolo sin decir nada. Ellos tampoco mencionaron nada al respecto, sabían de mi ligera obsesión con el fuego.
—Eleanna —pronunció el alfa, haciéndome levantar del suelo pararme firme frente a él—. Tu comportamiento el día de hoy ha sido decepcionante.
—Lo lamento, alfa —bajé la cabeza, avergonzada.
—Nathan dice que no parecías tu misma, así que haremos esto de la manera simple.
Nathan me tomó desprevenida, inmovilizándome. Puso mis brazos en mi espalda, en una posición dolorosa. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba entender que estaba pasando.
—Muéstrate —ordenó el alfa.
Y poco a poco dejé de sentirme dueña de mí misma.