Pero yo ya no podía escuchar lo que decía, pero asi como de la nada recordé aquella noche en la que lo vi abrazando a la tal Ramona. Por miedo a que otros lo notaran, tomé su mano apresurada y la puse en mi cintura, apoyándome en él.
También a mi mente vino un recuerdo fugaz de aquella vez, que me empujó con fuerza y me dijo con mucho desprecio.
—Nola, no se te olvide que no estamos casados.
Mi cuerpo no tenía fuerzas, me sentí flaquear y se me fueron todas las luces.
Pero antes de perder el conocimiento por completo, escuché su voz ansiosa.
—Nola, ¿estas bien?
Cuando desperté en el hospital, estaba sola. Mientras pensaba quién me habría llevado allí, Henry entró con unos papeles en la mano.
Nuestras miradas se cruzaron, y él habló primero.
—¿Solo por unos cuantos tragos vomitaste tanta sangre? Cualquiera pensaría que ya estas a punto de morir y que te den los santos oleos, por lo que de descarada me buscas para echarme la culpa de todo.
Mi corazón se detuvo un segundo que pareció u