Esta era la primera vez que Henry mostraba verdaderamente preocuparse por mí. Pero era cómico a decir la verdad: hasta ahora, después de divorciarnos, se daba cuenta de que había perdido peso.
Al parecer, yo siempre había escondido bien todo frente a él.
Pero nunca fingí. En verdad la vida se me estaba yendo de los dedos a pasos agigantados.
Antes de que pudiera responderle, Henry recibió una llamada y se preparó para irse.
Estábamos cerca, así que escuché la voz suave de una mujer al otro lado, era Ramona. Le preguntaba cuándo volvería a casa para cenar con ella.
Sonreí amargamente y la rechace. Por un momento, había sido tan ingenua como para pensar que en serio le importaba.
Tomé un taxi de vuelta al hospital y dormí profundamente.
Al despertar, le pedí al doctor Babic que me acompañara a un centro comercial cercano a comprarme un vestido.
Pensé que mañana, al visitar a mis papás con Cristian, al menos debería verme presentable, llena de energía y luciendo bien bonita.
Me puse la nu