Me subí al auto y fue entonces que noté que Ramona también estaba ahí.
Se giró hacia mí sonriendo y dijo:
—Señorita Savic, parece que últimamente ha bajado usted mucho de peso.
Henry, al escucharla, me miró por el retrovisor y soltó una burla.
—Justo lo que te mereces.
Me sentí molesta y no quise contestarle.
El auto se detuvo frente a la sede principal del registro civil. Al bajar, un mareo me golpeó otra vez, seguramente era mi enfermedad apenas despertando.
Vi a Ramona agarrada del brazo de Henry mientras entraban al edificio. Sus figuras, al superponerse, bloqueaban mi visión del camino.
Lo siguiente que recuerdo es que alguien me ayudaba a salir del baño, yo estaba blanca como un papel y sin fuerzas.
Estaba como siempre me mantenía, completamente agotada. Si daba un paso más, sabía que me desmayaría ahí mismo.
La fila era larga, así que le mandé un mensaje a Henry para pedirle si podíamos dejar esto para otro día.
Pasó un buen rato antes de que lo viera caminar con Ramona desde la