Los gemelos de la curvy con el mafioso despiadado
Los gemelos de la curvy con el mafioso despiadado
Por: Gio escritor
Triste realidad

Roma/Italia

Elena miró las fotos que estaban sobre la mesa, no tenía idea quien se las había mandado, pero la estaban destruyendo totalmente.

Fabrizio, su novio con el que llevaba más de dos años, estaba besándose con una mujer. Las lágrimas caían por sus mejillas, ella creyó que él de verdad la amaba. Pero se equivocó.

El hombre con el que se iba a pasar simplemente había escogido otra mujer por sobre ella, él había escogido otra mujer incluso cuando le había prometido amor días atrás, horas atrás.

Elena miró a la mujer en la foto era totalmente opuesta a ella, completamente diferente, delgada, esbelta, parecía una modelo de revista.

Elena dobló las fotografías y las arrugó con tanta fuerza sacando todo lo tenía acumulado. ¿Por qué nadie podía quererla de verdad? Eso era lo que ella se preguntaba una y otra vez con el corazón en su mano, con el alma dolida.

Su teléfono comenzó a sonar insistentemente, pero ella no tenía ganas de nada. No podía dejar de pensar en que había sido engañada de manera cruel.

De pronto la puerta se abrió y Fabrizio entró como si nada, dejó las cosas sobre la mesa y la ignoró por completo.

Elena se puso de pie y lanzó las fotos arrugadas sobre la mesa, él la miró con cara de pocos amigos levantó una ceja y cruzó sus brazos.

—¿Qué se supone que es esto? —cuestionó él.

—Eso es lo que te pregunto a ti, ¿Que se supone que es esto? Es obvio que eres tú, pero ¿Quién es ella? Respóndeme —Elena habló con su voz entrecortado.

Él soltó una sonrisa y luego simplemente la ignoró. Como solía hacerlo la mayoría de veces. Ella por su parte tenía el corazón roto.

—Responde Fabrizio.

—¿Qué quieres que te diga? Es claro que es una foto mía. Así que bájale a la grosería, no me grites de esta manera. No tienes porque hacerlo.

—¿Y de otra mujer, verdad?

—Sí, estoy en esa foto con otra mujer. ¿Feliz? Ahora debo ir a comer algo.

—¿Por qué?... ¿Por qué lo hiciste? Se supone que mañana nos vamos a comprometer que me amas, ¿por qué me haces esto?

—Ya no más. ¿Acaso no te has dado cuenta porque es, el por qué me metí con otra mujer? Solo mírate… mírate. Eres gorda, eres despreciable, es obvio que tarde o temprano eso iba a suceder.

—No, no es obvio. Se supone que me amabas. O eso fue lo que creí, nos íbamos a casar, nos íbamos a comprometer mañana. No entiendo por qué te ibas a comprometer con una mujer como yo si no me querías, si me veías como una mujer gorda y despreciable ¿por qué? —ella gritó de nuevo.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, tenía tantas cosas por decirle, pero la impotencia que sentía y el dolor no se lo permitía.

—Aparte de tonta eres poco inteligente, tu padre me pagó para que tuviéramos una relación, él me pagó para que te aguantara, para que me comprometiera, si él no me hubiera pagado ¿Por qué estaría contigo?

—¿Lo que dices es verdad?

La mirada de Elena nuevamente se nubló, el llanto no pasaba de salir y la decepción que sentía era inigualable.

—¿Crees que habría otro motivo como amor o alguna otra estupidez así?

Fabrizio mencionó con ironía, mientras la miraba de manera despectiva con una burla constante en sus ojos.

—Yo sí creí que me querías, yo creí que estabas enamorado y me amabas en verdad —él se rió.

—No puedo creer que en verdad pensaste que alguien como yo podía amar a alguien como tú. Mírate Elena, una mujer como tú jamás tendrá a un hombre como yo de la manera que quieres.

»La única forma en la que un hombre se acerca a ti es porque alguien le paga. De lo contrario, no.

»Ya deja la bobada, debes acostumbrarte que esta es la vida que mereces, es lo que te espera. Mujeres en mi vida van a ver muchas, antes deberías agradecer que vas a casarte conmigo.

Ella limpió con brusquedad las lágrimas en sus ojos.

—Y si no vas a aceptar mis condiciones, este compromiso se acaba ahora. No voy a dejar que una gorda ridícula me haga este tipo de espectáculos de nuevo.

—Prefiero quedarme sola que vivir engañada, y no voy a permitir que mi padre te siga dando un solo centavo por fingir una relación conmigo.

Él tomó sus cosas y salió cerrando la puerta con brusquedad.

Elena lloró toda la noche. Su corazón estaba dolido, su alma estaba destrozada. Había confiado en un hombre que no conocía realmente, y no solo había confiado en él si no también en las malas intenciones de su padre.

Decidió continuar con su vida, no pensaba dejarse morir por un engaño.

Al llegar a la empresa encontró en su oficina a su padre y a su prometida.

La mujer que decía ser su mejor amiga, y que se metió descaradamente entre el matrimonio de su padre y de su madre.

—¿Qué se supone que hiciste Elena? —preguntó su padre—. Ya estoy enterado de lo que sucedió, no me sorprende que hayas arruinado aquello que me costó tanto trabajo conseguir para ti —Elena bufó.

—Por favor padre, no trates de engañarme, tus arreglos no han traído nada bueno para mi vida, pareciera que solo quieres burlarte de mí, hiciste que me enamorara de tu socio, hiciste que viera en él un hombre que claramente no era.

»Él me engañó con otra mujer y no es suficiente con eso me enteré que le pagaste para que estuviera conmigo.

—Yo lo hice para ayudarte. Solo mírate hija. Yo no tenía conocimiento que estaba engañándote, de igual forma, si no la tuviera te hubieras valido de cualquier excusa para hacer que ese hombre se cansará de ti, solo mírate... siempre siendo tan desagradable.

Ella miró a su padre, se refería de una manera desagradable hacia ella. Mientras que su madrastra solo se burlaba de eso mientras la miraba de manera despectiva.

—Elena ya nadie quiere estar contigo, todo de ti causa molestia e incomodidad, busco ayudarte, pero siempre hay un inconveniente y ese eres tú —habló su padre con frialdad.

—Tu indiferencia y tu desprecio son mi mayor castigo, no logras imaginar cuanto me duele que me trates como si no existiera, como si no fuera tu hija; tienes tiempo para todo menos para mí, estoy harta de esta clase de vida, estoy a punto te renunciara todo...

Él la miró como si fuera una burla. Como si los reclamos de su hija no importaran, como si fuera algo normal.

—En ocasiones lo único que quisiera es desaparecer de tu vida y así no causarte más dolor ante mi existencia, tu felicidad está al lado de tu nueva esposa, tienes mejores planes para compartir con ella que con tu propia hija y eso nunca lo podrás negar.

—Elena, no puedes pedir más de lo que mereces, ya tienes la edad suficiente para saber en que te has equivocado, espero que lo que sucedió entre tú y mi socio se quede fuera de la empresa, para mí los negocios son más importantes que lo que sucede contigo —Elena bufó.

Ella dibujó una sonrisa de medio lado, las palabras de su padre no la sorprendían, sus acciones lograban hablar por sí mismo.

—Lo sé... Sé perfectamente cuales son tus intereses y no te preocupes, continuaré actuando como si no existiera, como si no tuviera sentimientos ni ojos para ver todo lo que haces como si yo no existiera.

El padre de Elena llevó las manos dentro de sus bolsillos y se dio vuelta girando sobre sus talones.

—Sé que todo esto fue tu culpa, y como siempre soy yo quien lo debe solucionar… Te vas a casar con uno de mis clientes, el señor Wilson estará feliz de aceptarte.

¿El señor Wilson? Elena abrió los ojos de par en par. No podía creer que su padre hubiera llegado a ser tan cruel. El señor Wilson era incluso mayor que su padre, ¡podría ser su abuelo!

—No pienso casarme con él, es un hombre viejo y ni siquiera camina ya.

—Es tu última oportunidad para remediar las cosas, te vas a casar con él y es mi última palabra.

Él salió dejando a su hija con la palabra en la boca.

—Como siempre causando problemas, ¿No te cansas de ser un estorbo? —habló Sofía.

—No sé cómo llega a considerarte como una amiga, eres toda una arpía.

Ella se rió burlándose de Elena una vez más mientras la miraba de arriba a abajo.

—Pero a diferencia de ti, a mí los hombres no me abandonan. Eres desagradable y lo peor es que debes aprender a vivir siendo una gorda tonta.

Sofía salió de allí meneando sus caderas. Elena se dejó caer en su silla completamente deprimida por lo que estaba pasando.

La ilusión por la familia que quería formar no quería desaparecer dentro de ella por un engaño, tampoco quería casarse con un hombre que no amaba.

No quería volver a sentirse sola, revisó en su teléfono algunas cosas y cayó en cuenta de que no necesitaba un esposo para cumplir con sus propósitos.

Ella quería un bebé, y si la única forma de tenerlo y tener la familia que había deseado era por inseminación artificial, iba a ser muy feliz.

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