Luego de aquella reunión entre Leonardo y Tommaso, él regresó a la propiedad donde se encontraba Elena, al ingresar a la habitación encendió la luz, lo primero que notó era que no estaba inconsciente.
Leonardo tomó una cubeta con agua fría y la arrojó sobre ella, aquel choque brusco hizo que ella despertara, Elena entró en pánico e intentaba moverse, pero claramente no podía.
—Suéltame, por favor suéltame —suplicó con la voz débil.
Leonardo lanzó la cubeta al piso, dando pasos cortos se acercó a ella, manteniendo la postura firme la observaba fijamente, los ojos de Elena estaban inflamados debido a lo mucho que había llorado.
Su hombre de confianza se acercó sosteniendo una botella en la mano y se la entregó a su jefe, Leonardo la destapó dibujando una sonrisa de medio lado.
—Pondré un poco de desinfectante en las heridas, quizá debas agradecerme —Elena se retorció.
Aquel líquido al tener contacto con las heridas abiertas hizo que Elena gritara suplicando que se detuviera, aquellos