Brooklyn
El bar está lleno esta noche.
—Hay una gran conferencia en pleno apogeo en el hotel, y los huéspedes están aquí para relajarse después de un día de presentaciones y reuniones.
Su charla y risas llenan el aire, y puedo sentir el pulso de la noche. Me muevo rápido detrás de la barra, deslizando vasos dentro y fuera del refrigerador, sirviendo licor y mezclando cócteles con la precisión de alguien que lleva tiempo haciéndolo.
¿Cinco tragos a la vez? No hay problema. Alineo los vasos: dos martinis, un gin tonic, un mojito y un whisky solo. Trabajo fluidamente, mezclando, agitando, sirviendo, todo mientras mantengo una sonrisa pegada en la cara.
Los clientes siempre aprecian a un buen bartender, y me gusta complacerlos.
Han pasado unas semanas desde que empecé a trabajar a tiempo completo en el Gallagher Hotel, y las cosas comienzan a encajar. Las propinas son decentes, mejor de lo que esperaba, en realidad, pero vivir en Manhattan nunca hace que parezca suficiente.
Apenas estoy s