Capítulo cuarenta y seis. El rostro de la traición.
La mañana amaneció con un cielo gris sobre Atenas, como si el clima reflejara la inquietud que se respiraba en la villa. Andreas había pasado la noche en vela, revisando una y otra vez los documentos que habían intentado incriminarlo. Sabía que todo aquello estaba cuidadosamente fabricado… pero lo que más lo perturbaba era que solo alguien con acceso interno a sus empresas podía haberlo hecho.
Ariadna lo encontró en el estudio, con las mangas de la camisa arremangadas y los ojos cansados.
—Andreas… necesitas descansar —dijo suavemente, acercándose a él.
Él levantó la mirada, y por un instante, la dureza se suavizó al verla.
—No puedo dormir, Ariadna. Quien está detrás de esto no solo quiere mi dinero. Quiere destruir todo lo que soy. Y temo que vaya más allá de los negocios.
Ella colocó una mano sobre su hombro, transmitiéndole calma.
—Sea quien sea, lo enfrentarás. No estás solo.
Andreas apretó su mano y la besó, como si ese gesto l