Capítulo setenta y cinco. Un nuevo comienzo.
El amanecer en Mykonos es un suspiro dorado que se posa sobre el mar, calmo y engañosamente sereno. Andreas observa el horizonte con el ceño fruncido, apoyado contra la barandilla del balcón. No ha dormido. Su mente lleva toda la noche repasando nombres, rostros, traiciones.
Helena Dukas.
Su nombre suena como una herida vieja que vuelve a abrirse.
Ariadna lo observa desde la cama, envuelta en la sábana. Su rostro tiene un brillo distinto, más maduro, más fuerte. La maternidad le ha dado una calma que Andreas envidia en silencio.
—Estás pensando demasiado —dice ella con voz suave.
Él gira apenas la cabeza.
—No puedo evitarlo. Si Helena realmente está detrás de todo, entonces todo lo que hicimos para limpiar el nombre de la familia… no sirvió de nada.
Ariadna se incorpora y se acerca a él. Le rodea la cintura con los brazos desde atrás, apoyando el rostro contra su espalda.
—No digas eso. Sirvió para liberarte. De Leonidas, del pasado, de l