Capítulo treinta y dos. Pruebas y señales
La villa despertó con un silencio inusual. Tras las últimas noches de sirenas y prisiones, las primeras horas del día parecían casi milagrosas en su quietud. Andreas ya había salido temprano, a reuniones legales y a coordinar la nueva ofensiva contra las empresas pantalla de Leonidas. Ariadna aprovechó la calma para continuar con la tarea que se había impuesto desde que salió de la cárcel: no ser solo un rostro en la defensa, sino una pieza activa en la estrategia.
Se sentó en la sala de trabajo con su portátil, revisando correos electrónicos, cronologías y nombres. Había aprendido lo básico sobre trazas digitales en las últimas semanas, guiada por los peritos que trabajaban con el equipo de Andreas. Aquella mañana sentía una mezcla de concentración y una extraña fatiga en el estómago, un peso que no supo explicar al principio. Pensó que era el estrés acumulado, la falta de sueño. Bebió un sorbo de café y siguió.
Su intuición la llevó hacia un