Capítulo diecisiete. El secreto del Griego
El eco de los pasos retumbaba en los pasillos de mármol de la corporación Konstantinos. Tras la conferencia de prensa, Andreas parecía mantener la compostura, pero Ariadna lo conocía demasiado bien: cada músculo de su cuerpo estaba tenso, como una cuerda a punto de romperse.
Esa tarde, ya en la villa de Atenas, Ariadna intentaba convencerlo de descansar cuando un asistente entró con el rostro pálido.
—Señor Konstantinos… acaba de salir una entrevista de Leonidas desde prisión.
Andreas se levantó de golpe.
—¿Cómo demonios consiguió acceso a la prensa?
El asistente titubeó.
—Pagó a un guardia. Y lo que dijo… está en todos los titulares.
Andreas arrebató la tableta que le tendía y el silencio llenó la sala. Ariadna se acercó, leyendo por encima de su hombro.
"Andreas Konstantinos no es el hombre que aparenta. El imperio que todos admiran está construido sobre mentiras familiares y secretos inconfesables. Pregúntenle a Ariadna qué pensará cuando